El miedo a que fallezca uno de los dos progenitores, es algo que nos encontramos habitualmente porque las personas no estamos preparadas para que suceda este hecho. Es un miedo que nos viene de nuestra etapa infantil y que proviene del niño interior que todos llevamos dentro.
Como el caso que se presentó el otro día, cuando un cliente vino con este mismo temor, me explicaba que, el solo hecho de pensar en que se muriera su madre le resultaba demasiado doloroso. Me comento también que, para él, el tema de perecer no le producía ningún miedo, pero en cambio, le aterraba que les sucediera algo a sus padres.
Le sugerí que lo miráramos en una constelación para saber de dónde o desde cuando le venía este terror a la posible defunción de su madre. Cuando iniciamos la constelación, sacamos un representante para él y un representante para estos miedos junto con otro para su madre.
El representante del cliente manifestó que se sentía mal, con una angustia profunda y que le costaba mantenerse de pie sin tumbarse con lo que acaba por estirarse en el suelo junto con los miedos. Al salir la representante de la madre, se mostró descentrada, no sabía dónde ponerse, con lo que fue hacia su hijo y terminó por tenderse a su lado. La representante de la madre dijo que ella solo quería cuidarlo, sentía que le iban a hacer daño.
Viendo esto, le dije al representante del cliente que le expresara a su madre:
“Tú eres la grande y yo soy el pequeño. Gracias por la vida, pero yo solo soy tu hijo y ahora me toca a mi cuidarme”
En este punto de la constelación, hice salir a un representante para el padre el cual se situó junto a los representantes del cliente, de la madre y los miedos, mirándoselos respetuosamente pero distante. Después le pregunté al cliente que era lo que necesitaba realmente de su madre, me respondió que le congelaba el pensar que algo le pasara a mama, le enfriaba. En ese momento, la representante de mama dijo:
“Yo se cuidar de mí misma, no has de hacerlo tú”
Cuando la representante de mama habló, yo le pregunte al cliente si realmente quería salir de esa dinámica, porque se veía claramente que él, estaba cómodo en ella, a lo cual él me respondió que sí, qué si quería salir, que ya conocía esa rutina y necesitaba terminar con ella para poder vivir su vida. Entonces, para reforzar, hice salir un representante que hiciera de la fuerza de adulto del cliente, ya que el representante inicial del cliente se había convertido en su niño, que, a su vez, al ver a su adulto, pudo por fin, soltar a mama y acercarse a él.
En este punto le hice decir al representante del cliente adulto al niño:
“A partir de ahora, yo me encargo de ti, soy suficiente, más que suficiente”
El representante del cliente niño, en ese momento, le contesto que sentía cada vez más seguridad en su yo adulto pero que necesitaba tiempo para poder confiar del todo. Con lo que le indique que le expresara a la representante de su madre:
“Gracias por la vida. Lo que me diste fue suficiente, ahora me encargo yo. Yo solo soy tu hijo y ya soy adulto. La mejor pareja para ti, es papa. Mírame con buenos ojos si yo decido vivir mi vida a mi manera. Tu eres tú y yo soy yo”
Acabó la constelación con el representante de los miedos cogido de la representante de la mama y con el representante del niño y el adulto abrazados, pudiendo el niño, soltar los miedos y a mama, salir de sus brazos e irse con su adulto y confiar en él al fin.
Este tipo de situaciones se ven con mucha frecuencia ya que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, nos quedamos enganchados ahí por fidelidad a nuestro sistema familiar y a nuestros padres. Existen muchos tipos de lealtades, y esta es una de las más recurrentes.
Los miedos que tenía el cliente, parte de ellos pertenecían en realidad, a la madre, a sus propios miedos. A esos reclamos infantiles de aquellas carencias que nos faltaron o que creemos que nos faltaron en nuestra infancia. Y que seguimos, a un nivel muy inconsciente reclamando, ya sea a mama o papa o en nuestro entorno más próximo. Con parejas, amigos, inclusive a nuestros propios hijos, desde ese niño que vive dentro nuestro y que dirige en ocasiones, sin que nos percatemos, nuestra vida.
Solo cuando somos conscientes de este hecho, podemos empezar a atenderlo a él y a sus reclamos, haciéndonos cargo nosotros mismos, como adultos, de ese niño.
Carme Tuset
Fundadora y directora del centro Espacio Sistémico y Humanista. Licenciada en Psicología, formada en pedagogía sistémica, terapia Gestalt, chamanismo y Constelaciones Familiares directamente con Bert Hellinger.
Con más de 35 años de experiencia.