¿Recordamos cuando empezó? ¿Recordamos cómo me sentí cuando le vi o la vi?
Y de repente, un día con el paso del tiempo nos hemos convertido en dos desconocidos. Ya no nos miramos igual, ya no nos hablamos igual, ya no nos deseamos igual.
"Ahora me molestas, prefiero estar sin ti."
Cuando iniciamos una relación de pareja, ya desde el primer momento, veo en esa persona alguna cosa que me atrae, que me gusta, que me hace sentir bien. Aunque no soy consciente de lo que a veces nos lleva a esa atracción del principio.
Puede que vea en la pareja aquello que anhelo en mí. O puede que en la pareja vea algo que soy incapaz de reconocer en mí.
Detrás de esa atracción que se genera a través de una mirada, un gesto, unas palabras, un cuerpo, … Puede que nos lleven a hacernos sentir en un “pedestal” a sentirnos “en las nubes”.
¿Pero realmente estoy en un pedestal porque esta persona que tengo delante me gusta o lo que realmente me gusta es eso que dice o hace?
A veces, puede que sean las palabras o miradas que queríamos oír de “papa” o “mama” o de otras personas significativas e importantes en nuestra vida. O pueden ser palabras y miradas que nos decían personas importantes de nuestra vida que ya no están y que necesitamos continuar escuchando. O puede que esa pareja sea la ideal porque es la pareja que papa y mama querrían para mí.
Aquí ya empezamos a teñir a la pareja de “algo”.
Voy a poner un ejemplo que es bastante frecuente:
Conocemos a nuestra pareja y lo vemos o la vemos como un niño que necesita que le cuiden y de forma inconsciente lo empezamos a hacer. Cuidamos a esa persona, le hacemos las cosas, "ya lo hago yo", "no te preocupes, yo me encargo", ... Y cuando me doy cuenta han pasado los años y empiezan los reproches de “siempre tengo que hacerlo todo yo”, “yo me encargo de todo” ...
Empezamos a sentirnos insatisfechos o insatisfechas, no realizados, con ganas de salir de ahí, pero sin saber cómo. E incluso a veces muy enfadados o enojados, sin saber por qué ni contra qué. Pero sí contra quién: LA PAREJA.
Y ahí empieza “Tú no haces nada”, “Tú lo has permitido”, “Tú …”. Puede que alguna de las personas que estéis leyendo este artículo, os sintáis identificadas o no.
Pero, ¿cómo llega a suceder esto y por qué?
En la pareja nos relacionamos muchas veces desde nuestras heridas de niño o niña y desde ese lugar pedimos lo que nos faltó o damos y damos al otro, en espera de recibir lo que nos faltó.
Quizás parece un poco liado. Si lo miramos desde un ejemplo puede que se vea mejor. Usaremos el ejemplo anterior:
Si yo veo a mi pareja como un niño y le cuido como a tal, esta pareja seguirá reclamando y reclamando mis cuidados. Es posible que esa pareja me vea como a su madre y me pide todo lo que mama no le dio, que podría ser cuidados, atención, ... Recordemos que todo esto es muy inconsciente. Son dinámicas muy internas e inconscientes.
Y ahora se suma que yo le doy y le doy como ese niño que es, y lo que hace que no pare de darle es que yo también espero algo que me faltó. Puede ser que yo le cuide, le dé atención, para poder recibir su amor.
Claro, pero ¿qué ocurre cuando en lugar de amor recibo demanda de más cuidado?
"¡¡¡Tanto que te doy y nunca me das nada!!!"
Que llega un momento que me ahogo y no puedo más y encima no tengo lo que quiero: AMOR. Y empiezan los reproches. Estos mecanismos de la pareja son muy frecuentes y siempre se producen desde un lugar en el que no somos conscientes.
¿Y cómo podemos evitar hacerlo?
Únicamente podemos evitar hacerlo poniendo una gran conciencia y tomando nuestra propia responsabilidad.
No es fácil que una pareja se trabaje a sí misma. Quiero decir que es importante realizar un trabajo de terapia con buenos profesionales que acompañen a que la pareja, aun siendo completamente distintos unos de otros, pueda construir un camino en el que puedan ir de la mano, acompañándolos a poner conciencia y a tomar su propia responsabilidad.
Es importante que se implique la pareja, si el trabajo es de pareja, son 2.
¿Y qué podemos conseguir haciéndolo?
- Que puedan verse y darse cuenta de que sí que hay cosas que aún funcionan.
- Que vuelvan a tener un pequeño espacio para la pareja aumentando su intimidad.
- Que aprendan a comunicarse respetando lo que uno y otro dicen.
- Que podamos ver a nuestra pareja sin estar teñida de otras personas, como por ejemplo “papa” o “mama”.
¿Quizás en algún momento os ha ocurrido que conocéis a una persona y os produce mucho rechazo o bien conocéis a una persona que le daríais un enorme abrazo?
Pues a esto es a lo que me refiero. A veces teñimos a las personas de otras y dejamos de verlas.
Por ejemplo, me presentan a una persona y su cara y su forma de mirarme me conecta con una expresión que hacía mi padre cuando se enojaba conmigo. De forma muy automática e inconsciente, me retiro de esa persona y “le cojo manía”.
O bien me presentan a una persona y su expresión me encanta, me parece supertierna y maternal y me encantaría abrazarla y siento una gran conexión con ella. Puede que me recuerde a la ternura de “mi madre” “mi abuela”.
Esta forma de trabajo desde la conciencia, desde observar las heridas de cada uno, desde poder tomar la responsabilidad cada uno, dejando de enviar la responsabilidad al otro, es la forma de trabajar de la terapia Gestalt.
Cuando la pareja entra en un proceso terapéutico, es la propia pareja la que al final decide si continuar juntos o no.
Nosotros acompañamos a mostrar todo eso que hemos hablado. Acompañamos a identificar cuál es el patrón de esta pareja y cuáles son las heridas con las que se comunican.
Acompañamos a reconstruir la pareja sin tener que cambiar la esencia de cada uno de ellos y también acompañamos a que la pareja pueda decidir seguir caminos distintos desde un lugar pacífico.
Si al leer este artículo te sientes identificado o identificada con lo que he compartido, y si realmente sientes que vuestra pareja está en un momento complicado, os diría que os atrevierais a realizar un trabajo personal en pareja.
Si no puedes o tu pareja no quiere, a continuación, te hago unas propuestas de trabajo para que puedas intentar sentirte mejor:
- Este ejercicio lo podéis realizar con vuestra pareja o con amistades o en vuestro entorno laboral:
“Empezar a observar cuando me relaciono con otras personas, qué me ocurre cuando me hablan, qué sentimientos tengo hacia ellos o ellas y sobre todo sí lo que me ocurre con ellos (en la relación con ellos o ellas) me conecta o me recuerda a alguien.”.
Si esa persona os recuerda a otra, es importante que pongáis la conciencia en ello para así poder ver realmente a quién tenéis delante.
- A partir de aquí, empiezo a tomar mi responsabilidad en aquello que estoy dirigiendo a la otra persona. Ese dedo que a veces apunta al otro con un “TÚ” tiene que ir en dirección hacia uno mismo y observar sobre todo lo que me ocurre cuando mi pareja dice o hace algo que me duele.
Montse Monge Gimeno
Orientadora personal Gestalt
Facilitadora de Constelaciones Familiares