En ciertas situaciones, sentía miedo de mostrarme tal como soy realmente, temía ser el centro de atención, de ser observada. Vine aquí porque quería comprender por qué me sentía así y de dónde provenía este miedo y nerviosismo al ser vista en ciertas circunstancias, con el objetivo de poder controlarlo, ya que en este momento no podía hacerlo. Solo sabía que esta sensación me acompañaba desde que era pequeña.
Al salir el miedo, vino a abrazarme, a protegerme. No me incomodaba su presencia, pero sí me agobiaba que me abrazara. El miedo sentía que tenía un deber conmigo que era cuidarme y protegerme. Entonces salió mi ancestro. En ese momento el miedo fue directo a él, dejándome de proteger y agobiar y yo pasé a un segundo plano.
Fue allí donde entendí que ese miedo yo me pertenecía, que no era mío. Pude devolverle la carga que llevaba a mi ancestro, y este ver a su carga y aceptarla. Entre lágrimas, le di las gracias a mi ancestro por traerme al mundo y pude soltar el peso del miedo.