Hace unos días, en un taller de constelaciones de los que habitualmente hago. Vino a constelar una mujer, con una mezcla de ansiedad y determinación en su mirada, como si llevara consigo un bagaje emocional que anhelaba liberar.
Ella compartió con nosotros cómo la rabia había sido una sombra persistente en su vida, tejiéndose en sus relaciones y en su propia percepción de sí misma. Reconoció cómo la ira la había alejado de las personas que amaba, creando barreras invisibles que dificultaban la conexión genuina. Con una voz temblorosa pero decidida, expresó su deseo ardiente de liberarse de ese peso emocional que la mantenía atada al pasado, impidiéndole avanzar hacia un futuro de paz y plenitud.
Con una valentía palpable en su mirada, nos compartió que fue adoptada a la temprana edad de tres años. Reveló cómo ese momento de separación marcó el inicio de un viaje emocional complejo, lleno de preguntas sin respuesta y de un anhelo profundo por comprender su propia historia. A lo largo de los años, había sentido el peso de esa ausencia temprana, una ausencia que se manifestaba en la rabia y la confusión que la acompañaban en su día a día.
Como yo también soy adoptada, y pude conectar de manera profunda con la experiencia de ella. Comprendí cada uno de los desafíos emocionales y las preguntas sin respuesta que surgen en el camino de la adopción. Nuestro vínculo adoptivo nos brindó una conexión especial, una comprensión mutua que trascendía las palabras y nos unía en la búsqueda de sanación y entendimiento.
Empezamos la constelación, y elegí un representante para la rabia y uno para ella
La representante de la rabia, en su papel dentro de la constelación, parecía acechar a la cliente con una intensidad palpable. Su presencia se manifestaba de manera persistente, como si estuviera persiguiendo cada pensamiento, cada emoción de la cliente, envolviéndola en una atmósfera densa y opresiva. Era como si la rabia misma se hubiera encarnado en esta representante, buscando expresarse y encontrar su voz a través de la constelación.
Con cada paso en la constelación, fui seleccionando representantes para cada figura importante en su vida: la madre adoptiva y el padre adoptivo. Cada representante encarnaba una parte de la compleja red de relaciones y emociones que definían su historia.
A medida que avanzábamos, las tensiones y los conflictos emergían, reflejando los vínculos y las heridas que resonaban en lo más profundo de cada uno de nosotros. Con cuidado y compasión, exploramos las dinámicas familiares, desentrañando los nudos de rabia, dolor y amor que yacían entrelazados en su corazón.
Decidí sacar un representante para la mama biológica, cuando esta entró en la constelación, la rabia pareció calmarse notablemente. Se observó cómo la representante de la rabia se acercaba y se ubicaba junto a la madre biológica, como si finalmente encontrara su lugar y su origen. La presencia de la madre biológica parecía tener un efecto tranquilizador sobre la rabia, como si su mera presencia pudiera disipar la intensidad y la furia que la caracterizaban anteriormente.
En ese instante conmovedor, la representante de la cliente se vio visiblemente conmovida. Comenzó a llorar y, casi como si estuviera siendo guiada por una fuerza invisible, se dirigió hacia su madre biológica con pasos vacilantes. Con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de emoción, se acercó a su madre biológica hasta ser abrazada por ella. Fue un momento de profunda conexión y sanación, donde el peso de la rabia pareció disiparse en el abrazo amoroso de la madre biológica.
Fue un testimonio conmovedor que nos permitió comprender que la rabia que la cliente llevaba consigo en realidad actuaba como un escudo protector frente al profundo dolor de la separación. Era como si esa rabia, en lugar de ser un simple arrebato de emociones, fuera el resultado de un profundo sufrimiento que necesitaba ser reconocido y sanado.
Al final de la sesión, la clienta emergió transformada, con un nuevo sentido de claridad y paz interior. Las constelaciones habían sido un catalizador para su sanación, un recordatorio de que el camino hacia la reconciliación y la aceptación comienza con el coraje de enfrentar nuestras verdades más profundas.
Y mientras ella volvía a su asiento en el grupo, sentí la profunda conexión y la gratitud que fluía entre todos nosotros, un recordatorio de la belleza y la fuerza que emerge cuando nos atrevemos a compartir nuestras historias más íntimas y vulnerables.
Carme Tuset
Fundadora y directora del centro Espacio Sistémico y Humanista. Licenciada en Psicología, formada en pedagogía sistémica, terapia Gestalt, chamanismo y Constelaciones Familiares directamente con Bert Hellinger.
Con más de 35 años de experiencia.