En ocasiones, la vida nos para para que podamos reflexionar sobre lo que nos está ocurriendo a nivel interno. Llevamos niveles de estrés muy elevados que no nos permiten tomar descansos o respiros necesarios para poder funcionar adecuadamente.
Esto se traduce en accidentes repentinos, enfermedades, o simplemente llamadas de atención para que frenemos el ritmo de vida tan frenético que llevamos sin ser conscientes de ello.
Como el caso de una clienta que vino a constelar el otro día, me comentaba que ella trabajaba sin descanso, que, por su nivel de implicación, le era imposible dejarlo, que, a pesar de haber tenido un pequeño accidente con el coche, siguió con el mismo ritmo. Continúo comentando que tuvo que ir a urgencias justo después porque empezó a encontrarse mal, al final, el médico le dio la baja advirtiéndola de que si seguía con ese ritmo no iba a llegar a la jubilación. Aun así, siguió trabajando desde casa.
Acto seguido le pregunté: ¿Si la constelación funcionara, en que mejoraría tu vida? Me respondió que esperaba tener una vida algo más relajada. Un equilibrio entre el trabajo y su vida personal.
Decidí empezar la constelación con los representantes de la clienta y un representante para el equilibrio. Al salir al campo la representante de la clienta, esta se mostró muy ansiosa, muy activa, no podía parar quieta, se mostraba como una persona con mucha potencia, intentando ponerse por encima de todo.
Al ver esta reacción le pregunte a la clienta: ¿Qué te dirías a ti misma? Ella se dirigió a su representante diciéndole:
“Estamos muy cansadas, nos tenemos que cuidar más, pero hay mucha tristeza si paramos”.
Ella me siguió explicando que recientemente un amigo suyo había partido con solo 42 años y que sentía que ella también se podía marchar si no paraba ese ritmo tan excesivo.
Cuando salió la figura del equilibrio, este se tendió en el suelo, no tenia fuerzas para nada más. A ver esto, la representante de la clienta se paró, se puso a llorar sintiéndose muy abatida y triste. Con lo que la clienta expreso que tenia miedo de ver esa tristeza, así como también de que la vieran triste. No se permitía expresarse ni bajar la guardia.
Le inste a decirle a su representante:
“Ahora veo tu tristeza, no hace falta exigirnos más, tenemos que aprender a parar”.
La representante de la clienta contesto que ella podía parar, que la mirara, que ella estaba parada, todos podemos parar. Tenia miedo a parar, a verlo. Ahora comprendo que tenemos un espacio para parar y poder estar con nosotras, podemos crear un lugar nuevo y aunque se presente la tristeza, la podremos atender.
En ese momento la clienta puso conciencia del porque no se permitía parar, para no tomar contacto con su realidad mas profunda, una tristeza no atendida de esa niña interior a la cual no se estaba viendo ni teniendo en cuenta.
Casi al cierre de la constelación, la clienta me explicó que esto era nuevo para ella y que aprendería a tomarse esos espacios necesarios para parar y poder estar con ella misma y esa niña que durante tanto tiempo había permanecido desatendida. El poder hacer cosas para ella misma y así aflojar ese estrés mental, y a su vez, calmar a la niña.
Todo empezó a distenderse cuando la representante de la clienta escucho estas palabras. La figura del equilibrio pudo, al fin, levantarse, se mostraba calmado.
Para concluir, la clienta me dijo que hasta su jefa la había limitado a sus funciones porque ella estaba abarcando mucho más de lo que le tocaba por esa adicción al trabajo. La representante de la clienta en ese momento le dijo:
“Estoy muy bien así quieta, me cansaba estar todo el rato así saltando”.
Para el movimiento final le expresé a la clienta que le dijera a su representante, la cual se había convertido en la niña:
“Te libero de la carga de estar siempre obsesionada trabajando. Ahora si te veo y te voy a cuidar teniendo espacios para nosotras. Ya no tenemos la necesidad de ser vistas, ya puedo encargarme de ser vista yo, por mi misma”.
El cierre de la constelación se produjo con unas frases para la figura del equilibrio:
“Te veo, esto es nuevo para mí, no estoy acostumbrada a esto. Pero me gusta. Ahora te veo y voy a hacer todo lo posible para que estes presente”.
En ese momento, hice entrar a la clienta a la constelación y reunirse con la representante de su niña, para acabar avanzando hacia el equilibrio. Les costaba al principio, pero acabaron abrazándose. La clienta expreso:
“Tengo miedo, pero me da mucha seguridad. Puedo hacerlo”.
Parar es necesario, tomar conciencia de que a veces la vida nos invita a hacer estas pausas para que podamos observar algo que de otra forma no veríamos, es primordial. Como en este caso, una niña que necesitaba ser vista y atendida. Y que por miedo a ese dolor tan profundo que conlleva esa mirada, nos buscamos mil escusas, mil pretextos con tal de no hacerlo. O nos llenamos de trabajo para focalizar la atención en ese punto y no en el que realmente importa o nos están invitando a atender.
Carme Tuset
Fundadora y directora del centro Espacio Sistémico y Humanista. Licenciada en Psicología, formada en pedagogía sistémica, terapia Gestalt, chamanismo y Constelaciones Familiares directamente con Bert Hellinger.
Con más de 35 años de experiencia.