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QUIERO SANAR MI RELACIÓN CON MI MADRE

Llega una chica con la siguiente petición:

 

 “Quiero sanar mi relación con mi madre.”

 

Me describe su vínculo con su madre como una lucha constante. Por un lado, siente una gran admiración y cariño hacia ella, pero por otro, experimenta una rabia que la consume. Esta ambivalencia la atormenta, pues anhela una relación más serena y compasiva. En la constelación, al representar a su madre, esta figura se aferra a ella como una enredadera, limitando su libertad. La hija, con los ojos llenos de lágrimas, intenta zafarse de este abrazo asfixiante, expresando un profundo anhelo de independencia.

 

Comienzo la constelación sacando a alguien para ella y a alguien para su madre. Observo y veo que su madre se pone detrás de ella, se apoyaba en su espalda. Ella se mueve y la mira con los ojos llorosos; su madre la sigue y ella se mueve constantemente, intentando que su madre no se acerque y pueda volver a tumbarse en su espalda. Le pregunto a la representante de ella: ¿Cómo te sientes? Me dice que está muy agobiada y se pone a llorar: “No quiero que me siga, no quiero ni mirarla, me gustaría salir corriendo.”

 

Le pregunto a la representante de su madre: ¿Cómo se siente? Ella me dice que no entiende qué le pasa a su hija, que ella solo quiere estar con ella, llevarse bien y ser su amiga.

 

Le pregunto cómo se siente ante lo que está presenciando. Con la voz entrecortada, me confiesa que se identifica plenamente con la figura de la hija. Al igual que ella, siente un profundo rechazo cuando su madre intenta acercarse. Me describe una relación marcada por la sumisión, donde no se atreve a contradecir a su progenitora y siente que esta se aprovecha de su debilidad.

 

Le pregunto a la clienta que le gustaría decirle a su madre. Ella se pone a llorar con mucha angustia y le dice: “Mamá, yo no soy tu amiga, no quiero escuchar tus quejas sobre mi padre y mis hermanas. Yo no puedo resolver tus problemas, solo quiero ser tu hija.”

 

La representante de la madre la mira sin entender por qué le dice eso. Dice que ellas siempre se han llevado bien, que su hija ha sido una niña muy buena siempre, que no sabía que ella se sentía así y no entiende por qué.

 

Le invito a la clienta a entrar en la constelación, coger a su representante de la mano, mirar a la representante de su madre y decirle la siguiente frase: “Mamá, gracias por darme la vida. Yo soy la pequeña y tú la adulta. No quiero ni debo seguir llevando tus cargas, te las devuelvo y yo quedo libre para seguir mi propio camino.”

 

La clienta, al decirlo, suspira y hace una leve sonrisa, mirándose con su representante y sonriendo juntas. Le pregunto qué tal se siente y me dice que siente que el pecho se le ha abierto, no sabe cómo, que se siente más ligera.

 

Le pido que mire a la representante de su madre, que se encuentra de pie frente a ella, ahora más cerca de lo que ella podía permitir al principio. Se miran las dos a los ojos y se acercan muy poco a poco hasta que se abrazan y lloran juntas. La representante de la madre le dice que lo siente y se colocan en orden.

 

Le pregunto a la clienta como se siente. Dice que muy bien, que, en paz, con una gran sonrisa, y le digo a los representantes que podemos dejar la constelación hasta ahí.