Este día acudió a constelar una clienta que sufría de muchos dolores de cabeza. Eran muy intensos y cada día por medio debía tomar una medicación muy fuerte que la anulaba completamente. Ella sentía que no tenía vida y, por más que intentaba animarse, sentía que no podía, como si su cuerpo no se lo permitiera, como si no tuviera permiso para vivir su vida. Con su diagnóstico de migrañosa, se sentía muy frustrada.
Su demanda fue la siguiente:
"Quiero saber cuál es la causa emocional de mis migrañas".
Le invito a sacar un representante para ella misma y otro para su migraña. Le doy un momento para ver qué nos muestra la constelación y podemos observar que ambos se quedan de pie, mirándose fijamente a los ojos. Se nota mucho amor entre ellos y están muy cerca, a solo un paso de distancia, pero sin tocarse. La representante de la clienta comienza a llorar. La clienta también.
Le pregunto a la representante cómo se siente y me comenta que siente mucho amor por esa persona, pero también un gran dolor al saber que está ahí sin poder tocarla. No puede dejar de mirarla, no quiere, y siente un tremendo peso-dolor en la espalda, desde la cintura hasta los hombros, que es insoportable.
Le pregunto a la clienta cómo se siente y, muy emocionada, me confirma que se siente exactamente igual que su representante. Le pregunto si sabe quién es esa persona y me dice que es su abuela materna. Me cuenta que su abuela había sufrido muchos dolores de cabeza durante su vida, que había crecido en su casa y que siempre le había dado mucho amor. Cuando se fue a vivir a otro país, su abuela había desarrollado Alzheimer y se había olvidado de todos menos de ella. Aunque su mente se había perdido, ella había estado siempre presente en su corazón. La clienta se siente culpable y no quiere olvidarla.
Le comento que hay otras formas de recordar a nuestros seres queridos, que no es necesario cargar con su dolor y que, de alguna manera, puede dejarla ir. Al escuchar esto, me comenta que al estar en otro país no había podido asistir a su funeral ni despedirse de ella.
La invito, si así lo siente, a entrar en el campo y despedirse de su abuela. Ella accede, entra y le dedica unas palabras a modo de despedida. Se abrazan muy emocionadas, le doy un momento para ellas solas. Cuando ya se separan y se quedan agarradas de la mano, le invito a la clienta, junto con su representante, a decirle a su abuela:
"Abuela, me sentí tan culpable por no poder estar contigo tus últimos años que decidí llevarme algo de ti, algo que me recordara cada día que no estuve ahí. Hoy devuelvo este dolor que tomé de ti y decido recordarte sonriendo, sana y llena de vida. Gracias por ser mi abuela."
Enseguida la clienta sonríe y ya no llora. Le pregunto cómo se siente y me dice que siente un tremendo alivio. Su representante comenta que ya no siente el dolor en la espalda y los hombros.
Le comento que, en ocasiones, sin darnos cuenta, nos hacemos daño por amor a alguien de nuestro árbol genealógico. Lo importante es tomar conciencia para poder dejar de hacerlo.