Hoy, una mujer ha venido a constelar su relación con la abundancia. Me cuenta que, aunque la busca con insistencia, siente que hay una barrera invisible que la separa de ella. Ha notado que, por más esfuerzos que haga, algo dentro de sí misma le impide alcanzarla.
Para comenzar la constelación, invitamos a dos representantes: uno para ella y otro para su abundancia. Al observar la escena, noto que su representante apenas puede mirarla. Su postura refleja resistencia, como si algo lo frenara por completo. Al preguntarle qué siente, menciona que hay una sensación de bloqueo, de imposibilidad. La consultante confirma que esa es exactamente su experiencia.
Para explorar el origen de esta dificultad, incorporamos a sus padres en el campo. Su padre aparece con una sonrisa, con una actitud de alegría y apertura al verla. Sin embargo, su madre se muestra tensa, con el rostro endurecido por el enfado. Su postura corporal también refleja rigidez. Le pregunto a la consultante si esa imagen le resulta familiar, y con un nudo en la garganta, me dice que sí, que ha visto esa expresión muchas veces en su vida.
Poco a poco, la imagen cobra sentido. No es solo que ella no pueda llegar a la abundancia, sino que su madre, de alguna manera, bloquea su acceso a ella. Su padre también contribuye al bloqueo, cerrándole el camino sin que ella lo haya notado antes.
Le pido que tome aire y, desde su centro, le diga a su madre:
“Ya soy adulta, ya no soy una niña.”
Al pronunciar estas palabras, su energía cambia. Algo dentro de ella se acomoda, y en ese instante, la resistencia desaparece. Sus padres no se mueven, pero ella puede avanzar sin dificultad hasta que, finalmente, abraza su abundancia.
Me mira y, con emoción, me dice que ahora comprende que la abundancia siempre ha estado ahí, esperándola. Solo necesitaba darse permiso para alcanzarla.